Si no podemos cuidar a nuestros pibes no podemos nada más

La violencia y la delincuencia son multicausales y requieren soluciones que aborden integralmente sus causas. Sin embargo, cuando sucede un hecho que por sus características se vuelve mediático, y más aún cuando involucra a niños, niñas y adolescentes, se encienden las alarmas y lejos de pensar en prevenir y resolver, vuelven las mismas propuestas de mano dura, bajar la edad de punibilidad, más policía, más cárcel, más dolor.

Que desde la bronca y el dolor se realicen estas demandas, es entendible, pero quienes tienen representaciones políticas y sociales como funcionarios, voceros de partidos políticos o medios de comunicación, deberían tener otra madurez y llevar adelante propuestas desde el respeto y la responsabilidad ética que les compete.

Cuando aparecen discursos simplistas que promueven políticas de mano dura que lejos de resolver los problemas los agravan, se trata ni más ni menos que de una estrategia para lograr más rating o rédito electoral. Usan la tragedia para su propio beneficio personal.

Desde la ciudadanía, en esta era de la hiperconectividad y sociedad massmediática, así como debemos entrenarnos para detectar noticias falsas, debemos comenzar también a diferenciar los discursos de quienes pueden ayudarnos a resolver los graves problemas que aún tenemos pendientes, de quienes sólo buscan estafarnos una vez más.

Necesitamos poner límites a la violencia, prevenirla, anticiparnos. Cuidar a nuestros pibes y pibas a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.

Es más fácil pensar que los delitos se resuelven con más cárcel, pero es falaz. Ningún delito se previene por la amenaza de su pena. Se previene buscando sus causas. Y las causas son sociales, son políticas, son económicas. Claro, es más fácil pedir cárcel para los chicos que cometen delitos que averiguar quién encarga el robo de un auto a un pibe.

Es malicia o ignorancia: no hay evidencia, en ningún lugar del mundo, que se mejore la seguridad ciudadana con endurecimiento punitivo, con bajar la edad y hacer más cárceles. Y hay tratados internacionales, leyes nacionales, leyes provinciales y locales que dan herramientas (y obligaciones) a todos los actores con responsabilidades, para desplegar acciones de prevención y de abordaje, que dan mejores resultados y a menor costo.

Los espejitos de colores no sirven cuando de seguridad se trata. Un ejemplo clarísimo fue lo que sucedió con la reforma penal que promovió Blumberg. Se agravaron enormemente las penas y limitaron beneficios a los detenidos, pero la consecuencia no fue la disminución de la criminalidad, sino que hubo un aumento muy importante derivado de otros factores (sociales, económicos, etc.). Contra la sensación general que fogonean los medios de comunicación, en la provincia de Buenos Aires en los últimos años vino disminuyendo el índice de criminalidad, pero la disminución de fondos a nivel nacional para políticas de inclusión es uno de los factores que si se profundiza, puede generar un incremento de la delincuencia.

Saben de esto quienes en cada barrio, a fuerza de pura voluntad y cada vez con menos apoyo, abrazan a los pibes y las pibas; cocinan, escuchan, sostienen, juegan, y sacan de más de una galera meriendas, campamentos y festejos de carnaval para contener a los pibes, para mostrarles que otra cosa es posible. Pero también les toca ver, con ojos lluviosos por la impotencia, como caen pibes y pibas en las garras de los circuitos narcos y delictivos. Las compañeras denuncian y se enfrentan en soledad a los aguantaderos narcos que florecen en cada barrio, bajo la indiferencia (y complicidad) de las fuerzas de seguridad, del poder judicial y los políticos de turno.

No se trata de exculpar a nadie, ni de desconocer el impacto que tienen en la vida de muchas personas los delitos y la violencia cometida por niños/as y adolescentes; se trata de buscar propuestas para evitar las muertes evitables, las tragedias que nunca deberían haber sucedido. Se trata de dar respuestas serias a una problemática multicausal y compleja que requiere acciones urgentes porque los chicos y las chicas, todos ellos, están en peligro en una sociedad que los usa y los lastima en lugar de cuidarlos, educarlos y protegerlos. Todos los discursos de odio, del individualismo y la competencia de todos contra todos, construyen sociedades donde la vida no vale nada, y son sociedades peligrosas. No son sociedades que cuiden. No son las sociedades que queremos para nuestros niños y niñas.

Sin embargo, no alcanza con decir, necesitamos hacer, y necesitamos una batería urgente de medidas que impliquen:

*Prioridad en presupuesto para política de niñez, a nivel nacional, provincial y local.
*Convocatoria a los órganos interministeriales y consulta a las organizaciones e instituciones con conocimiento en el tema
*Jerarquización del área, fortalecimiento de los dispositivos de trabajo territorial con pibes y pibas
*Más ofertas de formación, ocupación y ocio recreativo para cada pibe en cada barrio. Se necesitan proyectos a largo plazo, para construir en los pibes perspectivas de futuro
*El Estado debe abordar la situación de pibes no punibles en procesos penales, para abordar profundamente un proyecto de vida que los aleje del riesgo de implicarse en conflictos con la ley o ser captados por adultos para participar en actividades delictivas u otras de riesgo como la prostitución, consumo problemático, etc.
*Ponerle límites a los discursos de odio que se promueven desde las más altas esferas del poder y en algunos medios masivos de difusión así como en redes sociales

La niñez está en peligro. Si como sociedad no podemos cuidar a nuestros pibes, no podemos nada más.

Imagen de portada gentileza de Radio Provincia de Buenos Aires.