Sábado pasado, seis de la mañana. En el populoso Barrio El Triángulo, en Garín, la seccional 3ª trabaja sin descanso. Lo hace a su manera. Nahuel Ramírez, de 18 años e hijo de un militante cartonero del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), murió baleado a 50 metros de la puerta de su casa. Según la sugerente versión de los uniformados, fue una persecución por robo de una moto, con intercambio de disparos. Según los testimonios, los vecinos escucharon al chico pidiendo que no lo maten antes de que le dispararan a quemarropa los siete tiros, el último en la cabeza. El uso del plural es una deformación profesional: disparó un solo Bonaerense, hecho reconocido por el propio uniformado que sólo incorporó a la historia una partecita de su cosecha. Dijo que hubo intercambio de disparos. De acuerdo con lo que encontraron en el lugar los peritos de Gendarmería, más que intercambio fue un monólogo: hallaron once casquillos que se corresponden al arma del policía y ninguno de calibre .22, semejantes al arma hallada junto al cuerpo del chico, arma que varios datos la señalan como un trabajo de plantado policial. El más paradójico de esos datos es que apareció a la vista, en el lugar, una hora después de que los gendarmes revisaran el terreno y justo después de retirarse un enjambre de jardineros Bonaerenses. Los vecinos, muy atemorizados, dijeron reconocer el séptimo tiro como un sello característico de El Sombra.
El 1º de marzo pasado, alrededor de las seis de la mañana, un patrullero de la 3ª de Garín y un auto particular entraron chirriando neumáticos hasta detenerse en la esquina de la calle Rivadavia, donde vivía Nahuel Ramírez, frente a la vía del tren y a cinco cuadras de la estación Garín. El chico, que estaba en la puerta con unos amigos, vio el patrullero y salió corriendo. Aunque la corrida por miedo a la policía es un lugar común para los pobladores de la pobreza, conviene señalar que, en barrios como El Triángulo, la práctica de la persecución policial no obedece necesariamente a la función preventiva del delito sino a la de reclutamiento para cometerlo. La que es preventiva es la huida de los pibes que apenas ven un patrullero corren.
Integrantes del MTE, al que pertenece el padre de Nahuel y pertenecía él mismo, describieron a Página/12 persecuciones que prácticamente calcan el caso de Luciano Arruga. Lo que persiguen los uniformados es amedrentar a los pibes con detenciones para obligarlos a ser reclutados a robar para la policía. “Nahuel se negaba a robar para la policía –relató uno de ellos–. Hacía unos pocos días pasó El Sombra por la casa y amenazó al padre. ‘Si veo a tu hijo en la calle, lo mato’, le dijo. Y ahora lo mataron.”
El relato policial sostiene que Nahuel había robado una moto y que el chico les disparó. La moto no apareció o jamás existió. Nahuel corrió unos 50 metros hacia la otra esquina, donde lo atraparon. Los vecinos dicen haber escuchado al chico implorando por que no lo maten. Luego se escucharon siete disparos. El último, en la cabeza, ingresó por la garganta y se alojó en el cerebro. “El sello del Sombra”, aseguraron a este diario. Los vecinos sostienen que El Sombra “controla a los narcos del barrio y recluta a los pibes” y que desde “hace 8 años nos tiene aterrados”.
El sábado, los familiares de Nicolás salieron a la calle un rato después de que terminaron los disparos y se dieron cuenta de que los tiros lo involucraban a él. Cuando salieron, los policías ya estaban por levantar el cuerpo y colocarlo en un vehículo de una cochería que ya estaba en el lugar. La acción la debieron interrumpir porque quedaba expuesta a la vista de todos. A la hora, la fiscal Andrea Parga pidió la intervención de la Gendarmería. Los familiares lograron tomar una serie de fotos del cuerpo. En las primeras, el cuerpo de Nahuel está solo. En la última, aparece a su lado una bolsita amarilla. Dentro tenía una .22, que quedó allí después de retirarse un nutrido grupo de colegas de El Sombra. Al padre lo llevaron a la comisaría y le hicieron firmar con el dedo (no lee ni escribe) un informe sobre la situación del cuerpo de su hijo que, en lugar de eso, era una declaración de aceptación de que su hijo había muerto en un tiroteo.
El caso lo investiga la fiscalía descentralizada de Escobar, a cargo del fiscal Facundo Flores. El juez de Garantías, de Campana, Luciano Marino.
El próximo viernes al mediodía se realizará una concentración en la plaza de Garín para marchar hacia la fiscalía.
Fuente: Página 12