Infancia robada

Unos niños entran como tiro a una estación de servicio, van directo al lugar en donde se guarda el dinero y se retiran corriendo hasta el sitio en donde los espera un señor.  Aparece la infancia3policía, se los lleva a todos. Los niños tienen entre 6 y 13 años, no hay ley penal que los retenga. Los dejan ir. ¿A dónde? Nadie sabe con exactitud, presumen que volverán al Mercadito en donde creen que viven o a la calle.  ¿Cuál es la noticia? Que una banda de niños roba y no los pueden detener. ¿Y si la noticia fuera que usan niños abandonados a su suerte para robar? En esta ciudad, en la ciudad del cura Carlos Cajade, protector de la niñez y en las vísperas de un nuevo aniversario de su muerte, no podemos naturalizar estos hechos. Y cargar sobre el eslabón más vulnerable, cuando hay responsabilidad  por esos niños,  de quienes  los usan y también del Estado, que sólo cae sobre ellos en forma de patrulla policial. Tarde, con su brazo punitivo.
Para terminar con esta secuencia conocida, sería necesario que la ley caiga fuerte sobre los adultos que por acción u omisión utilizan a niños para robar. Que caiga fuerte sobre los que los mandan, y también sobre los que los abandonan. En nuestro país, además existen leyes en línea con la Convención Internacional de los Derechos del Niño, como la Ley Nacional 26.061 o la Ley provincial 13.298, que ya cumplieron una década desde su aprobación.  Estas normas  sin embargo  no terminan de aplicarse plenamente, y en los hechos podrían disponer  de una batería de organismos,  funcionarios y recursos como para poder evitar que los niños sean víctimas del circuito delictual.
En definitiva,  si “agarran” a un niño “robando”, debería alarmarnos por qué ese niño no está en la plaza jugando o en la escuela estudiando, o con una familia que lo abrase.  Y si ese niño de la comisaría vuelve a la calle, debería preocuparnos por qué no intervienen los distintos eslabones del Estado para que ese niño en vez de calle tenga casa.
¿En qué momento las personas dejamos de enternecernos por la niñez para empezar a condenarla? ¿Cuándo dejamos que nos preocupe más la propiedad privada que la vida misma?
Sería bueno que nos preguntemos si los niños que roban quieren robar , o si quieren jugar. Y entonces cambiar el enfoque y plantearnos si a ese niño que roba no le están robando la infancia, y si no es esto último más grave. Si eso no nos preocupa, pongámoslo en la bolsa y preguntémonos ¿cuánto vale la  niñez?
Por Rosario Hasperué

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.