La historia de Martín Benitez, un luchador entre tanto olvido

Por Germán Gómez

Cuando Martín habla, enseguida imagina un futuro, se le nota en sus ojos. Se pierde en su memoria, busca como si fuese un cajón lleno de papeles: asegura que su pasado le sirvió mucho para encarar lo que viene. Con sus 18 años cumplidos hace poco, pretende dar pelea, con el hip hop como estandarte. Cuando Martín habla, habla con el corazón. Yo le creo. De alguna manera, las palabras crean.

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Martín Benitez nació en La Plata, más precisamente en el Policlínico San Martín, un 17 de agosto, hace 18 años. De niño vivió en Los Hornos, y como tantos pibes y pibas de la Provincia de Buenos Aires, recorrió algunos hogares transitorios, vivió por las calles y ahora busca su propia reinserción, a su estilo. ¿Su estilo? Sí, el que se crea a través de la improvisación, se mezcla con las bases, y confluye en la música de hip hop. Allí nacen su pasión, su cable a tierra y sus sueños.

Música para liberarse

Martín, o mejor conocido en la jerga del rap como Tyncho ZG, compone letras que mezcla con bases rítmicas de rap, y busca en sus versos “contar cosas” que le suceden y le sucedieron: su historia de vida, algunos amores que vienen y van, la justicia y la desgracia. También le canta a sus mujeres, como lo son su madre y su abuela, nombres que lleva inmortalizados y tatuados en cada uno de sus brazos.

A los 9 años comenzó a escuchar hip hop, de la mano de unos expertos en la materia como lo fueron FA Fuerte Apache. Martín encontró en sus letras una manera de ver el mundo, y su realidad más cercana:

“…Este es el mundo del revés, donde yo vivo, donde tu amigo, mañana puede ser tu enemigo, donde a los chicos les falta qué comer, y abrigo, donde los buenos se mueren, y los malos siguen vivos…”, canta Esteban Fernando Rodríguez, mejor conocido como Esteban el AS, vocalista de FA Fuerte Apache, quien hoy continúa su carrera solista.

– Empecé escuchando Fuerte Apache, después otros estilos. Me frené en la movida y pude rescatar muchas cosas, rescatar lo mejor de lo que es el rap. Para mí el rap es la libertad de expresión -cuenta Martín.

Refleja su historia de vida en cada momento que habla. Sus rasgos y su aprendizaje se entonan con el rap y deja caer su flow, es decir, su ritmo, a la hora de cantar “las cosas que pasan”, como él dice: “VGH es un trío que poco a poco va subiendo escalones en lo que es el rap, no puedo explicar en palabras lo que es el VGH. Trato de dejar todo en lo que son las letras, lo que es la vida en realidad; mi estilo es romántico”.

VGH Rap (Villa Garibaldi Hogar) es su banda, el proyecto que comparte con Mariano Sasiain y Ernesto y Samuel Acevedo,  mejor conocidos como Mapuche MC, Nael MC y DJ ZEA, respectivamente . Los cuatro se conocieron en el Hogar del Padre Cajade hace cinco años. Desde ese momento tienen este proyecto y encaran la realidad a través de sus versos. Hasta le dedicaron una canción al recordado padre Carlos Cajade:

“Para la persona que nos rescató de la calle, me pongo a pensar cómo es que ya no estás, cómo quisiera que estés al lado nuestro, escuchando nuestro rap, lo que hiciste por los pobres lo sabemos valorar”.

Mariano Sasiain, su compañero y amigo, dice que Tyncho ZG es una de las personas con quien más convivió, y que cuando estuvo mal fueron ellos, los amigos y los VGH, quienes lo ayudaron para salir de las drogas y las recaídas: “Fueron momentos muy tristes, pero siempre supimos que el Tyncho iba a salir adelante, a diferencia de algunos educadores que lo dejaron de lado”.

Instituciones

Martín habla muy pocas veces de su familia. Dice que no se acuerda, mira para abajo, como buscando en el cajón de la memoria: “Mi familia está compuesta por abuelos paternos y maternos, tíos y tías de todas clases, primos. Algunos me dieron buenos consejos y a algunos no les presté atención, siempre mi familia me tiraba abajo, me decían boludeces. Cuando me decían seguí con la escuela, pensá un poco más sobre tu futuro, esos me gustaban”.

Al hablar hace varias pausas. Reflexiona, imagina y asegura orgulloso: “De la escuela no me acuerdo mucho, yo aprendí las tablas antes que me las enseñaran en la escuela, me las enseño mi hermano, hasta la tabla del 13 sabía”

calle2Martín no reniega de su pasado, dice que ya pasó. De todas maneras afirma: “De mi infancia no me acuerdo mucho, no sé ni qué me paso acá”, señala un corte en la cara, arriba de su ojo izquierdo.

Damián Lambusta, integrante del Programa «Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas» de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Derecho (UNLP) explica “que los pibes y pibas en situación de calle no siempre obedecen a una causa de extrema pobreza, sino muchas veces a situaciones de violencia que el pibe vive en su casa y de las que trata de escapar. Violencia física hacia él por parte de un adulto, o la violencia del hacinamiento y las condiciones precarias en las que les puede tocar vivir”. Además, indica que las instituciones como la familia, la escuela, entre otras, se vuelven expulsivas: “El pibe sale a buscar una forma de pertenecer, de ser reconocido, de poder ‘disfrutar’ de aquello que disfruta el resto de la sociedad”.

Soledades

Martín vivió en la calle desde los 11 años. Sintió que no tenía que estar más en su casa del barrio Los Hornos y comenzó a deambular por la ciudad platense.

Hasta que llegó al Hogar Chispita (de la Obra del Padre Cajade), donde recuerda que fue tratado muy bien. Allí vivió hasta los 15 años, cuando empezó a parar en distintas casas de amigos y amigas. Luego estuvo un año y medio en el Centro de Alojamiento Transitorio (CAT), mientras trabajaba en La Granja Don Juan, las panaderías e imprenta, todas obras del Padre Cajade.

–Estuve en Cajade cuatro años, desde los 11, y me llevé lo mejor, los mejores momentos que pasé en mi vida, y también varias caídas y derrotas. Después estuve en el CAT, pasé al Hogar El Abrigo, y después estuve en la calle –recuerda Martín mientras fuma.

La historia de Martín es parecida a la de muchos pibes de barrio de la Provincia de Buenos Aires. En su recorrido se puede entrever que los pibes y las pibas que viven en situación de calle, o con problemas de adicciones, a pesar de contar con un marco legal que asegura y garantiza sus derechos, siguen siendo excluidos.

Javier Sahade, periodista de Radio Provincia y de la revista La Pulseada, obra del Padre Cajade, es amigo de Martín. Reconoce que en su vida las adicciones le jugaron una mala pasada, incluso el abandono estatal, y rescata que “si no fuese por las amistades y el amor que se fue ganando, hoy estaría tirado”. “Fueron esas amistades de pibes y adultos preocupados por su proyecto de vida, quienes siempre estuvieron para ayudarlo”.

CalleComenta sobre la última vez que Martín pisó un hogar Transitorio, esta vez el Servicio Zonal, que el mismo día que festejaba su cumpleaños número 18, lo dejaba olvidado en la calle: “Funcionarios como la titular del Servicio Zonal, Viviana Gota, lo dejaron en la calle. Sus amigos habían ido al hogar de tránsito donde estaba viviendo, con choripanes para celebrar, pero ese mismo día, Gota lo obligó a irse”.

Martín se zambulle en sus pensamientos: “Antes era un cachivache total, me drogaba mucho y por eso no le prestaba atención a la gente que me quería tender una mano. Por eso hoy me siento en un momento único en mi vida, un poco doloroso pero no importa; me pude levantar de cada golpe. No digo que aprendí todo, pero estos 18 años me dejan varios aprendizajes”.

Misiones

Antes de terminar esta nota, Martín viajó a Misiones. Fue a otra provincia en busca de su redención, del rescate de su vida; allá lo esperaban algunos recuerdos vivos, su padre, una hermana, alguien del pasado en quien confiar.

–Ahora Misiones, Martín ¿Por qué te vas?

–Hablé con mi abuelo, me dijo que me vaya. En Misiones está mi familia, mi hermano, mi papá, mi hermana. Deseo encontrarme con mi hermana, volver a abrazar a mis sobrinos

–¿Qué te imaginas?

–Un campo, un par de kilómetros y una casa, y la tierra. ¿Cómo cambia el cielo en distintas partes de las provincias?. Cuando fui para el norte miré el cielo y las estrellas estaban todas juntas. También veo muchos caballos. Lo estaba esperando hace mucho tiempo, en estos días me iré; mi viejo capaz que se pone contento, me importa y me gustaría que esté contento”.

Su vida sigue girando. El abandono estatal por parte de distintas instituciones que no llegan a contemplarlo dentro de los decretos provinciales y nacionales que pretenden (con mucho esfuerzo) ayudar y mostrarle una alternativa a pibes y pibas con problemáticas, sigue siendo una falencia, en algunos casos.

A Martín, en su vida le han hablado seguramente de sus derechos, sus límites, sus reglas. Incluso con la ley 13.298 sancionada hace diez años, habría podido ser contenido para solventar su falta de hogar y violencia social que muchas veces realizamos, al cruzar una calle o ignorando que esta problemática conlleva una participación social para que cambie. En su camino, no solo yo, si no muchos amigos y amigas de Martín, esperamos verlo de nuevo, con sus risas y arrebatos, con su poesía: eso de “Nene, abrí los ojos fíjate quién te rodea”. En fin, que encuentre su calma, entre tanta turbulencia, malas intenciones y olvido.

 

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