Por Vanesa Salgado
Los más chicos son las poblaciones más vulneradas frente las contaminaciones ambientales, y además de ser protagonistas de las consecuencias lo son de las luchas sociales por la defensa de sus derechos a vivir en ambientes que no los enfermen.
El derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir en un ambiente sano y saludable, está consagrado en tratados internacionales, leyes nacionales y específicamente en el art. 2 de la ley 13298 de la provincia de Buenos Aires, sin embargo desde las propias administraciones provincial y municipales se atenta contra este derecho en forma sistemática.
Aquí se comparten las voces de pibes en dos temas ambientales que hoy están en la agenda de problemáticas en nuestra provincia: la basura y el electromagnetismo.
Caso 1: “Yo estoy acá por la vida y contra el basural”.
Así explica Sacha, que tiene 9 años, su presencia en la asamblea de vecinos semana tras semana. Él vive con su familia al lado del predio donde el Municipio de Berazategui quiere construir una planta de tratamiento de residuos, lo que los vecinos llaman “un basural”, debido a que se iniciaron las obras de un emprendimiento que no tenia estudio de impacto ambiental y que no había sido revisado en audiencia pública tal como lo manda la ley.
En El Pato, los vecinos se ven amenazados por la instalación de esta planta y tienen motivos. Son varios los conflictos que se han originado en territorio de Berazategui por el uso de terrenos por parte del municipio para tirar basura en forma clandestina. Este fue el caso de “Plátanos Norte” (predio que se ingresa por calle Eva Perón y 163) en cuyo ingreso rezaba un cartel “Propiedad Privada Municipal”, y donde los camiones de recolección de residuos del municipio ingresaban y depositaban basura de todo tipo sin tratamiento alguno. Hoy el basural está cerrado gracias a la acción incansable de los vecinos del lugar que además de enfrentar a las fuerzas de “seguridad” y ponerse delante de las entradas para impedir el ingreso de camiones, se presentaron ante la justicia y ganaron la pelea, la Corte Suprema provincial dejo firme el fallo que dice que debe cerrarse y remediarse el daño ocasionado.
En el caso de El Pato donde vive Sacha, el municipio compró el terreno para hacer una planta ambiental de tratamiento de residuos, empezaron a hacer las obras, sin ningún tipo de estudio de impacto ambiental, sin convocatoria a audiencia pública alguna y sin dar información a los vecinos del lugar.
“Nosotros en casa separamos la basura, la de los restos de comida va al compost, -dice Sacha, arrastrando la t- y las otras en tachos de otros colores, pero después el municipio no separa nada y tira todo el mismo lugar”. Por eso explica que los vecinos no les creyeron cuando prometían una planta de tratamiento de residuos sin explicar nada del proceso y cómo eso podía o no afectar a la gente del lugar.
No estaba equivocados los vecinos en dudar, no había estudios de ningún tipo, ni información clara sobre que se haría allí.
“Hace como tres años, veía carteles mientras estaba en el colectivo, con una calavera y decía algo del Estado y algo en contra de un basural…..y ahí me di cuenta que algo pasaba, le dije a mi papa y fuimos a la reuniones”, dice Sacha que recuerda el conflicto desde sus seis años, cuando comenzó la escuela primaria.
“El basural está mal puesto acá, se podría poner en otros lugares….ellos mismos se contaminarían si lo ponen acá porque la basura se va por la tierra, y así llega al rio….y va a contaminar todo Buenos Aires” dice convencido. Se interrumpe con su propia tos, dentro de la iglesia donde después de misa se lleva a cabo la Asamblea de Vecinos por la Vida de El Pato.
Sacha como Vida (su hermana menor) estan ahí porque sus padres están comprometidos en la lucha contra la instalación del “Basural”, ahora suspendida porque el Juez en lo contencioso administrativo de La Plata, Luis Arias hizo lugar a una medida cautelar presentada por los vecinos y rechazó la apelación del Municipio, porque entendió al igual que la gente del barrio, que no hay explicaciones claras de que sucederá en esa planta.
Entre quienes semana tras semana se reúnen en asamblea hay niños, muchos niños que tienen mucho para decir.
“Yo había pensado que estaría bueno que los basurales estén lejos de donde vive la gente, que la basura se seleccione y se busquen lugares como en algunas montañas, por ejemplo, donde no vive gente, o donde no haya agua, y no contamine nada”, dice Sacha que con sus 9 años no conoce la ley 13298, pero sabe y dice a quien quiera escucharlo que poner un basural al lado de su casa atenta contra su derecho a vivir sano.
“También estaría bueno que todos hagan algo, nosotros ya estamos haciendo algo, separamos la basura” sigue Sacha, y su hermana Vida de tan solo 3 años, completa diciendo que “la lechuga por ejemplo cuando esta fea se tira al compost para alimento de la tierra, así no se hacen pilas de basura…..”
Sacha sabe mucho sobre el tema de la basura y su clasificación pero también sabe mucho sobre quiénes son los que ponen en riesgo su salud “La municipalidad tiene que saber que hay muchas vidas que podrían salvarse si no ponen el basural al lado de nuestras casas….porque nos puede agarrar cáncer, y les pude agarrar también a La Plata a otros lugares, y se dañan a ellos mismos aunque tengan plata y comida. Y entonces porque vas a enterrar basura en cualquier lado, ¿solo por plata?, no importa la plata acá, importa la vida” dice como queriendo explicar lo obvio.
Promoción de derechos en las escuelas: un déficit
Eugenio, tiene 12 años, también vive en El Pato, y como Sacha y Vida participa de las asambleas de vecinos junto a sus padres. “Si nos ponen el basural acá nos va a contaminar todo, hay que estar contra eso. Porque un basural así contamina las napas de agua, todo…” explica.
Aún son pocos los chicos que se comprometen con el tema en el barrio. “Con mis compañeros de la escuela hablamos, pero la escuela no se mete con esto, tampoco nunca nos habló de nuestros derechos” dice Eugenio que ya egreso de la primaria y que acompaña de sus padres desde el inicio de esta lucha. Eugenio dice que protestar valió la pena, porque ahora logramos parar el basural, logramos que la justicia nos escuche.
Sacha es chico pero sabe mejor que muchos adultos que los niños y niñas tienen un lugar en esta historia. “estaría bueno que los chicos vengan, yo les digo díganle a sus padres que hay un basural, pero a veces me parece que no les van a decir….porque van a pensar que son reuniones de 5 horas que tardan mucho, que se van a quedar sentaditos así, que se van a aburrir…Vida (que va al jardín), dice que en las asambleas se tienen que quedar “sentaditos y callados como en la escuela”. Buen punto para pensar cuál es el lugar que los adultos le damos a los chicos cuando forman parte voluntaria o involuntaria de estas luchas. Ellos pasan muchas horas con sus padres en estos espacios y no todos tienen un lugar para que ellos participen realmente.
Eugenio también dice que es necesario que “estemos unidos todos” que todo El Pato salga a la calle a defender su lugar, sus espacios verdes y la salud de su gente. Por su lado, Sacha también tiene algunos reclamos para los adultos en Asamblea. “Como soy chico no te dan bola”, por eso, pidió que en las asambleas los chicos tengan voz y voto. De todas maneras, todos los niños coinciden en la necesidad de la participación.
“Si la gente no participa vamos a quedarnos con el basural y con la vida mal…..” agrega Sacha y propone “que hay que insistir, hay que hacer reuniones más grandes, hacer una parrilla para que el olorcito atraiga a la gente y pasar un día todos juntos los del barrio”, que haya juegos “como la mancha, para que los chicos no se queden aburridos y participen de la reunión, para que no sea un embole y vengan….ahí van a venir mas padres con más hijos, se puede llenar todo esto (y muestra la iglesia)” con parque incluido.
Al terminar la misa de ese domingo lluvioso en EL Pato, el cura invitó a la gente a que se queden un ratito para la reunión, “se quedó gente, un poco de gente – dice Sacha- y después se fueron yendo….yo no entiendo….hasta Jesús si estuviera aquí hubiera impedido el basural”, dice Sacha, con la franqueza propia de los pibes pero nada de ingenuidad. “Porque si Dios hizo la tierra para que la cuidemos…fíjate, es como si yo tengo un juguete que me encanta, me lo quedo una semana y después lo tiro a la basura….. Éstas personas hacen lo mismo, pero con la Tierra. Y si no cuidas la Tierra no crees en Dios” sentencia Sacha.
Con el mismo optimismo frente a todo que muestran sus ojos, Sacha dice que “de apoco de a poco está viniendo más gente y seguro que en el futuro se va a llenar esto (mostrando la iglesia) y también la YPF donde nos reunimos siempre, para que podamos ganar”. Eugenio se suma y dice que él también cree en eso porque cuando empezaron hace cerca de cuatro años “éramos muchos menos y ahora somos más y se van logrando cosas”.
Caso dos:
Contaminación electromagnética, la historia de la Subestación Rigolleau contada por los más chicos.
Germán tiene ahora 15 años, y desde hace 5 participa de la lucha de los vecinos de Berazategui contra la instalación de la Subestación eléctrica Rigolleau, que pese a reclamos, denuncias y demostraciones fehacientes académicas y comunitarias, – del daño que el electromagnetismo a niveles elevados causa sobre la salud humana -, se ha puesto en funcionamiento en una zona densamente poblada de Berazategui.
Germán estudia en una escuela que está a doscientos metros de la usina eléctrica. “Del tema me enteré por mi familia, porque mi abuelo participaba de la asamblea de vecinos y las primeras veces fui con él y mi mamá”…pero después seguí participando por decisión propia, porque me pareció una cosa que debía importar a todos.
“Fui a las marchas y ayudé en los festivales” y después nos juntamos con otras escuelas de Berazategui y organizamos dos marchas estudiantiles” cuenta con entusiasmo recordando que el estaba en el primer año de secundaria pero que el tema movilizaba a chicos de todas las edades, que se juntaron escuelas estatales y privadas, que todos estaban de acuerdo con que la vida esta primero que cualquier otros interés, como decían los carteles que levaban los chicos a la puerta del palacio municipal, como forma de reclamar que el negocio de las multinacionales no pudiera más que la salud de la gente.
“Estuvo bueno- recuerda- pudimos meternos en el tema y entender que estas cosas no son problemas para algunos, que son problemas para todos, y que quizás hoy no te toca a vos, pero mañana si, que lo que vale es ser solidario para pelear por que se respeten nuestros derechos” dijo Germán recordando el años 2010 .
Germán conoce que existen leyes sobre derechos de niños, niñas y adolescentes, pero sostiene que en la escuela “de eso no se habla, salvo que algún profe copado proponga algún trabajo”. Aunque, a veces, dice, incluso los directivos ponen trabas para eso, por ejemplo si haces algo que critica al municipio “parece que le tienen miedo”, dice y agrega “no sé por qué”.
A su vez, resalta que la lucha “no es fácil. “En estos años vi a mucha agente sumarse y otros tantos irse –dice con pesar- te cansa pelear tanto y que después te aplasten mandándote a la policía”. Él hace referencia al sitiamiento del barrio que realizó la policía bonaerense junto con gendarmería nacional; un despliegue de más de 400 efectivos durante 3 meses en el que los alrededores del subestación fueron cercados, con vallas ciegas de 3 metros de alto y dejando pasillos en la vereda donde para entrar a las viviendas (quienes sus casas estaban dentro perímetro vallado) debían pedir documentos.
Esto pasó en 2012, y fue la forma en que el municipio de Berazategui, el gobierno provincial y las autoridades nacionales avanzaron sobre la gente para terminar la obra resistida por más de 10 años por los vecinos y organizaciones sociales del lugar.
“Porque para la política de hoy en día importa más el negocio de las empresas que el derecho a vivir de la gente” agrega Germán.
El reclamo es latente. Aquí no hubo audiencia pública, aquí tampoco hubo espacios democráticos de participación ciudadana, pero aquí también hay vecinos y organizaciones sociales y muchos jóvenes, adolescentes dispuestos a pelear por su derecho a vivir y que sea en un ambiente que no los enferme.
“Ahora cuidar el medio ambiente ya no solo es no cortar árboles y cuidar ballenas, se va sabiendo más que cuidar el medio ambiente es cuidar la salud y los chicos se interesan más”, destaca este niño y, como los otros, lamenta que no se ahonde en la escuela sobre estos temas.
“Hace poco tenía que entregar un trabajo para ´construcción´ (es la forma de denominar a la materia construcción de la ciudadanía) sobre derechos humanos, investigar y poner 3 casos de violación de derechos humanos. Puse dos casos de basurales y el de ka subestación, y me aceptaron el trabajo porque yo argumenté que en los tres casos se violaba el derecho a la vida: Sobral (Ezpeleta), Rigolleau y el basural del Pato.
“Nosotros somos parte de los afectados por la subestación, e incluso muchos chicos se suman a las marchas o actividades, aunque sus papás no vengan” sostiene Germán y explica que es a través de los chicos donde llega el tema a las casas.
El derecho a ser oído SIEMPRE.
Germán como los chicos de El Pato también cree que es necesario que a los chicos se los escuche mas en las asambleas”….lo del derecho a ser oído dice, no es solo para cuando nos mandamos una “mala” en la escuela. “Tienen que escucharnos en la escuela, tienen que escucharnos en la calle, tienen que escucharnos el Intendente, el Gobernador, la Presidente”.
A su vez, también pide participación. “Estaría bueno que se nos pregunte más que pensamos nosotros, no nos preguntan mucho que opinamos, cuando vamos nos comparten las tareas pero no nos preguntan si pensamos que podría hacerse de otra forma y a veces las propuestas de los jóvenes puede ser más interesante o efectiva, que otras, o no pero estaría bueno que las nuestras también se discutan”.
Germán, Sacha, Eugenia y Vida, son el ejemplo de que cuando se los deja hablar los más chicos tienen mucho para decir y mucho por enseñar. Ellos no solo son los hombres y mujeres del mañana, ellos son los chicos del HOY, y pelean por sus derechos aquí y ahora.