Los múltiples conflictos sociales, políticos, y económicos que atraviesa nuestro país golpean con mayor intensidad en la niñez y adolescencia. Así, la pobreza, la desigualdad y las violencias que estas situaciones generan, tienen como principales víctimas a niñas y niños.
En plena campaña electoral una niña muere y los candidatos en señal de duelo suspenden actos proselitistas. Sin embargo sería alentador que además de acciones simbólicas, se lleven adelante acciones concretas, reales, que tengan como prioridad en sus agendas y de forma central a la niñez, y que sus potenciales gobiernos aborden las causas de estas situaciones que provocaron la muerte de Morena con sólo 11 años.
Desarmar las causas implica no agregar más violencia, no es más cárcel, no es más penas, sino una sociedad más equitativa en el reparto de su riqueza, que disponga presupuesto para políticas sociales que alimenten, eduquen y cuiden a la niñez. Para ello, hay que cuidar a sus familias promoviendo lazos comunitarios fuertes para construirse como una red de cuidados.
El Estado debe brindar a las niñas, niños y adolescentes protección especial. El mundo adulto es corresponsable de esa protección para tomar decisiones serias y contundentes que establezcan pisos de equidad en la garantía de derechos de las y los ciudadanos de nuestra patria.