Crónicas de jóvenes sobre el contexto

Compartimos tres miradas sobre temas de actualidad que atraviesan la realidad de miles de jóvenes en nuestro país. Se trata de crónicas que fueron elaboradas durante el 2024 en el marco de la materia Comunicación Social de 6to año del Liceo Victor Mercante, colegio preuniversitario de La Plata.

Los tres trabajos seleccionados responden a inquietudes de los propios estudiantes, que relatan con maestría diversas situaciones que impactan en la realidad social y en sus propias subjetividades.

Así es como temas como la censura de libros por parte del gobierno de Milei, el ajuste en el presupuesto universitario y el tema del suicidio adolescente, se narran desde la mirada particular de jóvenes que pocas veces son oídos, y menos aún tenidos en cuenta en sus acciones.

Por esta razón, desde el Foro por la Niñez, nos interesa publicarlos, en sus relatos están las claves para que los adultos puedan no solo aproximarse a sus formas particulares de ver el mundo, sino también a respetarlas.

Los libros a los que se le arrancan las páginas

*Por Milagros Mamani Salvador

Una tarde de noviembre, en una escuela de pregrado de la ciudad de La Plata, un profesor de literatura de sexto año muestra una diapositiva. Una sola cita ocupa toda la pantalla. Se produce un breve silencio antes de que el salón reprima sus risas. El profesor los ignora y lee la cita con normalidad: “Tiene los brazos marrones, las piernas más marrones todavía (…) qué mansita que es la negra, me da pena aprovecharme (…) yo si quiero te aprieto y te quiebro, mirá la fuerza que tengo, pero no es para pegarte (…) qué mansita es mi negra, pero si te retobás estás perdida lo mismo, mirá la fuerza que tengo”

La clase sigue, pero el libro se vuelve cada vez menos políticamente correcto. Por el contrario, de repente uno de los personajes hombres piensa en “las piernas blancas de Nené, los muslos oscuros de las muchachas de La Criolla, el pubis negro de Mabel, el trasero oscuro de la Rabadilla, Nené, la Rabadilla, el pubis sin vello y blanco de Nené…”

Dejo de prestar atención. Pienso leer el libro antes del examen, como siempre. Mientras la clase sigue leyendo el libro que planeo leer más tarde, a mi tiempo y menos incómoda, entro a Twitter para entretenerme con algo. Sin embargo lo que me encuentro no está muy alejado de lo que estaba viendo en la clase. Una nueva polémica salió a la luz en la provincia de Buenos Aires ya que resulta que se distribuyen libros “inapropiados” en las instituciones educativas. Lo primero en lo que pienso es en lo que acababa de escuchar del libro Boquitas Pintadas de Manuel Puig o en otros libros con violencia explícita que hemos leído a lo largo del año como El Matadero de Esteban Echeverría. Bajo en el hilo de twitter y descubro que no son esos libros los que están en el ojo de la tormenta, son libros de autoras, mujeres todas, y contemporáneas.

Múltiples tweets de múltiples personas poniendo los mismos fragmentos de los mismos libros que supuestamente los jóvenes de la provincia están siendo obligados a leer. Inmediatamente dudo. Los recuerdos de la campaña en contra del CONICET me asaltan con los supuestos papers que se habían hecho virales bajo el argumento de que el Estado financiaba estudios “aberrantes”. Recordé cómo había resultado ser que no eran papers, sino trabajos ad honorem que investigadores hacían en, básicamente, su tiempo libre.

Me propuse entonces investigar qué es lo que realmente estaba sucediendo. Los fragmentos que había leído de estos libros resultaban innegablemente incómodos pero había otra incomodidad por detrás que me señalaba que había algo más que se estaba ignorando por completo.

Encontrar información en internet no fue difícil. Todos los medios de comunicación se habían hecho eco de la polémica y señalaban (con clara indignación y posicionamiento partidario) la preocupación de las familias, las cuales pese a ser mencionadas en todas las noticias, no fue posible encontrar entrevistas ni testimonios en primera persona, y de la “perversión” del gobierno provincial. El posicionamiento tan notorio me volvió a incomodar. Había algo que estaba faltando.

De igual forma seguí leyendo los artículos, buscando el orígen de la controversia. Había iniciado en Mendoza un día de octubre en el cual, en una clase de Lengua y Literatura del colegio Corazón de María, un profesor había dado en su clase uno de los libros ahora cuestionados, pero además de eso les había preguntado a sus estudiantes qué sintieron al leerlo y cómo estaban vestidos. La situación fue denunciada por los padres luego de que una alumna manifestara su incomodidad. Se trataba entonces de un caso de acoso de un hombre que ejercía la docencia en un colegio católico y privado.

Tras la difusión de los medios, el caso escaló. Se empezó a hablar de “el libro que causó la polémica” y de que el mismo era “distribuido gratuitamente a todos los colegios de la provincia de Buenos Aires junto con muchos otros en el marco del programa Identidades bonaerenses”, como menciona un artículo de Infobae de octubre de este año. De esta manera, empezó a correrse el foco del acoso del docente a no solo al gobierno, por los libros que proporciona a las escuelas, sino también a las autoras, con comentarios como los de varios periodistas que enunciaban que “esos libros no son literatura”.

Además de la mirada de la prensa, también pude leer sobre la mirada del Director de Educación bonaerense, quien defiende la distribución de estos libros a las escuelas y añade que la sociedad debería horrorizarse más por el fácil acceso que tienen los adolescentes a la pornografía y no tanto por las “piezas artísticas” que puedan consumir en un marco académico. También se encargó de aclarar que estos textos estaban dirigidos a alumnos del ciclo orientado, es decir mayores de dieciséis años, negando las acusaciones de que se estuviera obligando a niños de doce o trece años a leer esta clase de obras, y que muchos de los libros viralizados estaban en realidad para uso docente.

Mientras seguía leyendo artículos sobre el tema noté que en otros medios, defensores de la expulsión de materiales explícitos en las escuelas, decían que habían “hablado con psicólogos que afirman que la exposición temprana a estos contenidos puede incentivar comportamientos y curiosidades que no son saludables a esa edad”. Ante esto me pareció interesante hablar con mi mamá que es psicóloga, para conocer su opinión profesional sobre esta afirmación.

A la hora de la cena, nos sentamos en la mesa. Con la comida servida, le expliqué brevemente el tema que estaba tratando, le leí la cita y le pregunté:

—¿Estás de acuerdo? Como psicóloga, ¿consideras que es un peligro real?

—En los adolescentes, son muchas las cosas del entorno que pueden influir en la formación de sus personalidades, pero esto no es necesariamente algo negativo y tampoco tiene porqué ser siempre así —dijo tras pensar unos instantes—. Los libros de las escuelas no deberían causar ningún impacto problemático en los estudiantes si se abordan con un buen acompañamiento docente, es decir, no dar el texto sin más sino preparar la clase previamente para los temas delicados que se pueden tratar y alojar las dudas posibles.

Después de comer, volví a mi computadora a leer más artículos. Uno de ellos me devolvió al lugar de mi primer acercamiento con la polémica: las redes sociales. Me encontré allí con posteos de la Vicepresidenta de la Nación, criticando la “degradación e inmoralidad” que se ejercía en los colegios de la provincia y pidiendo que se respete la “inocencia de los niños” que vendrían a tener de 16 a 19 años, según el Director de Educación. Esta idea de la inocencia contradecía lo que había leído anteriormente sobre el fácil y común acceso que tienen los jóvenes, aún menores a estas edades, a contenidos todavía más explícitos y violentos, cuyo acercamiento se da por fuera de las escuelas.

Habiendo escuchado la voz de los funcionarios de la Nación, de la Provincia, y de la prensa, me faltaba encontrar qué pensaban realmente las familias, si, pero principalmente los estudiantes, que son los verdaderos protagonistas de este conflicto y los que menos visibilidad tienen a la hora de debatir el tema.

Empezando por las personas mayores, elegí a las más cercanas para preguntarles simplemente qué pensaban sobre esta controversia, de la que ya sabían gracias a los medios de comunicación como noticieros y diarios.

—Es aberrante. No se entiende cómo estas cosas pueden darse en las escuela a los nenes, hay que sacar estos libros inmediatamente de las aulas —dijeron la mayoría de ellos.

—¿Qué pensas en cambio, de los clásicos que leías en la escuela? Sófocles, Echeverría, Sarmiento, Quiroga… —pregunto fingiendo que el tema de la conversación había cambiado.

—Grandes obras —decían antes de que mencionara alguna en específico—. Eso sí era literatura.

—¿Por qué? ¿Crees que esos son los libros que tienen que darse en las escuelas?

—Obviamente. Son fundamentales para entender la historia y la sociedad. Además a los chicos les hace falta leer estas cosas, porque hoy en día lo poco que leen, es terrible.

Veía con las respuestas que había una general preferencia a los libros antiguos antes que los contemporáneos o la “literatura juvenil”. Cuando volví a uno de los tantos artículos que había dejado abiertos en la computadora, vi que esta preferencia coincidía con la de Bárbara Morelli, la presidenta de la fundación Natalio Morelli, que denunció al Director de Educación por la distribución de libros con contenido “pornográfico” en las escuelas. Ella decía que “el contenido sexual explícito y temáticas como el aborto no se pueden equiparar con la literatura tradicional”.

Los adultos más jóvenes con los que hablé compartían en parte la inquietud de los más mayores pero no tenían en tan alta estima los clásicos, algunos incluso recordaban el haberla pasado mal leyendo algunas de las escenas más grotescas de estos libros. De igual forma me dijeron que no les agradaba del todo pero que podían llegar a entender algunos casos, pese a no considerar que fuese fundamental que estos libros estén presentes en el ámbito educativo.

—Si los temas son tratados con responsabilidad, no me parece mal. Es complicado, en algunos casos estoy de acuerdo y en otros no, depende mucho de cómo se trate —respondió la madre de una amiga cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con que se leyeran contenidos explícitos en los colegios.

Me encargué por fin de quienes más me interesaba escuchar. Los estudiantes. Me decidí por distribuir unas encuestas online, queriendo saber unas pocas cosas que me parecían fundamentales. En primer lugar,  qué pensaban ellos de que en las escuelas se dieran libros con contenidos explícitos (ya sea sexual, como en el caso que más revuelo generó, pero también de violencia u otros temas delicados y controvertidos como la muerte, las diversidades, la discriminación, etc), a lo que la mayoría respondió que les parecía necesario aunque no les resultaran agradable leerlos. Aquí noté que, como esperaba, había una diferencia entre lo que opinaban los adultos y lo que opinaban los jóvenes respecto a los contenidos educativos.

—Estoy de acuerdo con que se den libros de este estilo pero creo que también es importante que se pueda contar con trigger warnings (advertencias que se colocan al inicio de los libros que contienen algún tema delicado de forma explícita) para que el alumno sepa que lo que va a leer y que además pueda hablar con el profesor en el caso de que se trate un tema que lo lleve a situaciones de ansiedad o incomodidad —dijo una de las encuestadas luego de completar el formulario.

Las respuestas a esta pregunta indicaban que los jóvenes consideran que los textos son desagradables (a diferencia de otros sectores que los catalogan como pornográficos) pero que aún así son necesarios para entender la sociedad en la que vivimos, cuestionarnos ciertas conductas y desnaturalizar (o naturalizar, dependiendo el caso) varios temas. Esto me recordó a la razón por la que los adultos mayores consideraron que los clásicos eran de mejor calidad que los contemporáneos.

La siguiente pregunta que hice fue si los libros de estas características que habían leído eran modernos o antiguos, cuya respuesta me sorprendió un poco más que la anterior dado que la mitad de los encuestados dijo que habían leído ambos por igual. Sin embargo, en la otra mitad las respuestas que más abundaban señalaban que las lecturas con contenidos explícitos se trataban de libros antiguos. La última pregunta que hice, fue si los libros que habían leído de este estilo estaban escritos por hombres o por mujeres. La respuesta no me sorprendió: casi el 60% respondió que los autores eran hombres en su gran mayoría o incluso totalidad. Recordé entonces los libros que yo misma había leído en el colegio este año y noté que de los cinco libros que habíamos leído en literatura, sólo uno había sido escrito por una mujer. Yo entraba en esa mayoría también.

Una vez terminada toda esta recolección de información, me permití darle vuelta a varios argumentos que había leído por parte de otros referentes políticos y académicos. En primer lugar, mientras observaba el sector de clásicos de mi biblioteca, escuchaba de fondo al ya mencionado Director de Educación diciendo que estas controversias también se habían dado con los libros que hoy son clásicos, en su momento de publicación. Esto es algo innegable: puedo ver en mi estantería libros que fueron incluso prohibidos o censurados en su momento como El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, 1984 de George Orwell, El diario de Ana Frank de ella misma, La metamorfosis de Franz Kafka, y se me vienen a la mente incontables obras más que hoy no solo se dan en los colegios sino que tienen gran renombre y apreciación tanto artística como académica. Es por esto que muchos argumentan que la censura o prohibición de libros es algo muy arbitrario: lo que hoy se considera inapropiado, mañana puede ser muy apreciado.

Siguiendo esta problematización respecto a la censura, vi que muchas personas en las redes sociales no dudaron en comparar este intento de prohibir ciertos libros con la época de la última dictadura cívico militar de 1976, donde la junta hizo la famosa lista negra de obras donde se prohibieron libros de autores como Elsa Bornemann, Julio Cortázar, Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez, entre otros.

Cuando quise tomarme un descanso de la investigación, abrí TikTok, donde el primer video que me salió pertenecía a la comunidad de booktook, un hashtag creado por lectores de todo el mundo para difundir en esta red social contenido literario. En el mismo la usuaria de habla inglesa ponía la cara frente a la cámara y expresaba con cierto enojo que era imposible querer separar la política de los libros, debate que estaba teniendo lugar en Estados Unidos a causa de la gran cantidad de libros que se prohibieron en estados como Florida. No pude evitar que mi mente vuelva a Buenos Aires, dandome cuenta que los contenidos de los libros son cuestionados en otras partes del mundo también. Quise corroborar esta información sobre la censura de libros en Estados Unidos, y recopilando diversos artículos de periódicos del país descubrí que había más de 200 libros en este estado. Fue casi cómico descubrir a su vez que muchos de ellos habían sido apuntados por incluir “material sexualmente explícito” tras las quejas de un grupo conservador llamado “Moms for Liberty”. ¿Era esa la solución a la problemática que estábamos teniendo en nuestro país? ¿Adoptar las mismas medidas que Estados Unidos, haciendo de nuevo una lista negra de libros?

Cada vez estaba más disgustada con las opiniones que veía sobre la polémica. Sí, había muchas personas defendiendo las obras literarias que estaban siendo despojadas de todo respeto pero me parecían más quienes insultaban a las obras y a las autoras, sin haber siquiera leído sus libros. La relación política y partidaria no podía ser más evidente. ¿Vivimos realmente en una sociedad donde el consumo de contenidos explícitos por parte de los menores es algo que nos preocupa? ¿Cómo es entonces que la controversia por los graves dichos de muchos de los actuales funcionarios, incluso del Presidente de la Nación, fue menor a la que provocaron fragmentos de libros escritos por mujeres? ¿Son estos fragmentos el problema? ¿Por qué entonces no se cuestiona a libros como El Matadero que, entre otras cosas, incluye un abuso en grupo de hombres a otro hombre?

Volví en mi mente a la clase de Boquitas Pintadas que había dado inicio a todo. No creía que mi incomodidad se debiera al libro, sino a la actitud de los estudiantes. El problema no me parecía que fueran entonces los fragmentos explícitos, sino el hecho de que en la vida real, una podía ver y escuchar constantemente actitudes y comentarios machistas, racistas, obscenos, y en general todo esto que se le critica a los libros mostrar.

Me decidí por empezar a leer el libro. Mientras lo abría me preguntaba ¿por qué lo grotesco nos horroriza solo en la ficción? y ¿por qué solo cuando son ciertas personas quienes la crean o permiten el acceso a ella?

 

¿Cómo llegamos a esto?

Experiencias de resistencia en un colegio de pregrado de la UNLP.

Estudiantes tomaron el Liceo “Víctor Mercante” de la UNLP para reclamar contra el veto de Javier Milei, titula el diario 0221 el día 9 de octubre de 2024, seguido de una bajada que dice: Los alumnos del Liceo “Víctor Mercante” de la UNLP votaron en asamblea por la toma del colegio, mientras los legisladores debaten el veto presidencial.

Acá uno se puede preguntar, ¿cómo llegamos a esto? Y es ahí donde quiero apuntar.

Cuando imagino una cuestión que atraviese transversalmente a las juventudes me es inevitable no pensar en la educación como garante de un futuro más justo y con más igualdad de oportunidades. Lo que puede resultar obvio, pero a la vez contradictorio es que no para todos parece ser así, por eso frente a un modelo de ajuste neoliberal encontramos diferentes reacciones.

Me interesa tomar la premisa de que “las juventudes votan a milei”, que lejos de ser un reflejo fiel de la realidad, generaliza una cuestión social de fondo que en este escrito me interesa desenredar (o mínimamente aportar otro punto de vista).

Como estudiante preuniversitario de la UNLP voy a tomar a mi entorno de referencia para contar brevemente la experiencia de transitar el último año del secundario con una coyuntura tan adversa. Puede que al tomar como muestra a la comunidad universitaria de La Plata quede sesgado de otras experiencias y observaciones, pero a la vez me sirve para volver a confirmar cómo la universidad está en la vanguardia de la resistencia.

No habremos vivido los 90’, pero es la fantasía de todo estudiante romper con el status quo, con esa norma del docente distante al alumno, el docente “despolitizado” que camina por la ancha avenida del medio al dar una clase. Mi generación tampoco alcanzó vivir los años de macrismo siendo concientes por completo de todo lo que implicaba lo que vivíamos (en 2015 teníamos entre 7 y 9 años). Por lo que, este año fue realmente la primera experiencia de neoliberalismo que vivimos como protagonistas, por primera vez todo lo que leímos y vimos en los documentales acerca de resistencias lo transitamos en primera persona, y como comunidad universitaria estuvimos desde el minuto 0 al pie del cañón.

A fines del año pasado, 2023, nadie se imaginaba en lo que iban a resultar las políticas de Javier Milei. Aún así nosotros, desde el Centro de Estudiantes del Liceo, planificamos, proyectamos y nos pusimos de objetivo superar los niveles de participación y democratización en las discusiones del claustro.

Con este horizonte, entre aciertos y desaciertos, logramos mucho más de lo que esperábamos. Siempre supimos que iba a ser un año distópico e inusual, pero jamás dimensionamos que terminaríamos tomando el colegio tres veces, con asambleas masivas, con más de 150 compañeros y compañeras discutiendo el plan de lucha de todo un claustro.

Desde principio de año con Julia Basterretche, una compañera fundamental, cargábamos a Leandro, el jefe de preceptores de la mañana, con que antes de irnos del colegio nos iba sancionar por tomar el colegio, sumo este dato para tomar noción de que hasta ese momento era impensado una medida así.

Otro factor a rescatar de este año, fue la fuerte relación que mantuvimos con el cuerpo Docente y Nodocente. Sin esta coordinación de los actores principales que conformamos la comunidad del colegio mucho de lo que hicimos no hubiese tenido el volumen que tuvo. Un ejemplo pueden ser los abrazos a la escuela que hemos hecho, los cuales tuvieron muchísima repercusión tanto dentro como fuera del colegio.

Otros actores fundamentales en la construcción del sentido de comunidad fueron los otros dos centros de estudiantes de los colegios de universidad, el Bachillerato y el Nacional. En el Bachi nos fue fácil encontrar un CESBA que nos acompañe, de hecho hace muchos años que coordinamos actividades y demás. Pero en cambio, en el Nacional costó coordinar planes de lucha y actividades en conjunto con la conducción del CECoN, así que nos vinculamos mayormente con “Alteridad” la agrupación estudiantil que estuvo al frente de la toma activa del Colegio Nacional el 14 de octubre de este año. En septiembre por primera vez, en uno vaya a saber cuánto tiempo, estudiantes de los tres colegios de preuniversidad nos sentamos en una asamblea inter-colegial a discutir acerca de cómo seguir la lucha, algo que parece tan pavo pero resulta impresionante que nunca haya pasado. Establecimos una vigorosa relación entre los tres colegios, lo cual nos resultó esencial para mostrar la fuerza de organización de los estudiantes de pregrado.

Llegamos a octubre y el ambiente de movilización se tensa, entre los que decían que todo lo que habíamos hecho no daba frutos, los que sostenían que había que radicalizar las medidas, los que tenían una visión más optimista y rescataban que algo se empezaba a despertar, y los que en una posición paciente esperaban el momento exacto para dar el batacazo. Se aprueba la Ley de Financiamiento Universitario, no hay muchas fuerzas para salir a festejar, el hecho ni siquiera llega a estar a la altura de lo festivo. Pero despertamos un día con la noticia de que el presidente, Javier Milei, durante la madrugada había vetado la ley y volvía al congreso para tratar, esta vez, el veto a la ley. A dos días de la sesión nos enteramos que se empezaban a tomar distintas universidades a lo largo y ancho del país, eran la UNC, la UNLS y las facultades de Psicología y Filosofía y letras de la UBA. Dentro de la UNLP no se había tanteado, por lo menos públicamente, el hecho de tomar la Universidad.

El miércoles 9 de octubre nos despertamos con la noticia de que el Colegio Nacional de Buenos Aires había sido tomado por estudiantes. Y para contar cómo transcurrió este día en el Liceo prefiero citar las palabras de Julia Basterretche, una de las compañeras que estuvo a la cabeza de todo lo ocurrido: “Llegué a las 9hs. Estaba Emi Demarco en mi aula diciéndome que había que hacer algo si o si, bajamos al cuartucho con toda la mesa de coordinación y discutimos en un vaivén si había que tomar el colegio o no. Empezamos a hablar con gente y se empezó a correr mucho la bola de que lo íbamos a tomar, entonces fuimos a hablar con dirección. Llamamos a una Asamblea Extraordinaria, convocamos por todos lados para las 11.50hs encontrarnos en el patio del colegio”. Fue una asamblea histórica, con un parlante y un micrófono armamos una ronda gigante que ocupaba las baldosas del patio, muchos dieron su opinión sobre la situación, su preocupación. En las circunstancias en las que estábamos, muchos lo sentían como “un momento bisagra en la defensa de nuestra casa de estudios”, “se está pasando por encima el pacto democrático”, “los representantes en ambas cámaras votaron por mayoría a favor de un proyecto, el cual el presidente lo decide vetar a espaldas de la voluntad popular” eran algunos de los comentarios. Los rumores de la toma crecían con cada persona que tomaba la palabra, hasta que fue la primera compañera que se lanzó y todos la siguieron atrás. Tal como dice el estatuto, llamamos a una votación a mano alzada con las mociones presentadas, 92 a 4 a favor de la toma con cese de actividades para el mismo día. Ese mediodía fue algo caótico, atendiendo a todo lo formal de una toma, avisar a todo el mundo de lo que estaba pasando no fue cosa sencilla.

Durante la tarde, seguimos atentamente la sesión del congreso, porque a todo esto la votación de la sesión estaba programada para las 16hs, y ante el resultado armamos comisiones de discusión entre los que estábamos presentes, luego nos juntamos en una ronda grande donde organizamos comisiones de trabajo y decidimos juntarnos lo antes posible en otra Asamblea Extraordinaria.

Así fue cómo tomamos el colegio por primera vez en 18 años. Creo que todos esa semana fuimos conscientes de que hicimos historia, y por lo menos a título personal, espero aparecer en algún libro de historia algún día, como los estudiantes que tomaron el colegio Liceo “Víctor Mercante” por primera vez en la etapa Milei.

Queda mucho por delante, y este año nos sirvió, a todos pero principalmente al CEL, para aprender cómo, cuándo y de qué modo se hacen las cosas en momentos de tensión y contratiempos.

Fotos: Fueron sacadas de una carpeta personal.
Entrevista a Julia Basterretche, Sec. General del CEL 2023-2024.
Nota periodística: https://www.0221.com.ar/universidad/estudiantes-tomaron-el-liceo-victor-mercante-la-unlp-recla mar-contra-el-veto-javier-milei-n99263

 

INFINICO

(y la lucha de una madre tras el suicidio de su hijo)

SUMARIO: Carolina Varela es la madre de Nicolás Cruz, quien se suicidó en su domicilio de Villa del Parque el 22 de mayo de 2023. En esta crónica, intento contar mi experiencia entrevistándola, mientras ella cuenta su lucha por un mejor sistema estatal en cuanto a salud mental se refiere y su fructuoso intento de dar sentido a una decisión que para muchos, no tiene pies ni cabeza. Las preguntas que nos hacemos todos y que no tienen una respuesta única, pero sí pueden tener un abanico diverso de soluciones.

CRONICA:

Me encuentro en el colegio como todas las mañanas, un 4 de septiembre de 2024. Es lunes, y los lunes siempre tienen esa carga de desdén depresiva, un toque. Es mi clase final para luego salir del colegio a las 12:00, 40 minutos antes que todos los demás, debido al inevitable retiro de mi acompañante terapéutico. Aún no caigo que es noviembre y que estoy en sexto año. Cada hora, cada minuto, cada segundo, marcando el cierre de una etapa como lo es la secundaria, y, sin embargo, la comprensión de los sucesos que se aproximan caería en mí el lunes próximo, 11 de noviembre, cuando decido aprovechar los últimos días y las materias que amo, como lo es comunicación social.

Ese lunes 4, mi profesora, Rosario Hasperué, nos encarga hacer una crónica sobre un tema de interés general y, siendo yo aparentemente el único que comprende (hasta cierto punto) cómo debería ser una crónica periodística, me pongo manos a la obra y decido hacer el trabajo. Quiero dejar un mensaje importante. Quiero que el trabajo final sirva, no solo para irme con un toque de gracia y una buena nota, sino también para concientizar sobre una problemática general, y pienso: “debe tratarse de los pibes de mi edad”, algo que deba hablarse por más que duela, algo que sea necesario contar, una historia que deba ser escuchada.

Luego de una idea fugaz que no pudo realizarse, parcialmente frustrado y rendido, pero en busca de algo que merezca la pena publicar, abro Instagram y me encuentro con una publicación de Carolina Varela, una mujer que perdió a su joven hijo de 18 años, a causa del suicidio. Y en ese momento, supe de qué iba a ser mi trabajo final.

Un recuerdo ardiente

Entrar a la cuenta en memoria de Nicolás Cruz en Instagram da una sensación agridulce, sabiendo la historia que esconde detrás cada foto, cada sonrisa, cada video. Se observa una postal familiar de una mujer observando una piedra junto a un adolescente, con los pies sumergidos en el agua del mar. Lo que sería una postal hermosa y común da un halo de tristeza al leer la descripción de la misma:

“Me pinté las uñas de negro ayer y automáticamente recordé que te gustaba que te pinte […] Te temblaban las manos por la medicación, por el consumo, por el TDA, porque no podías dormir… Para tu funeral me pinté las uñas, porque necesitaba que me veas entera y bien, el esfuerzo es inmenso…”

En ese momento exacto me detengo y pienso si realmente es lo correcto, pero teniendo en cuenta que este es un tema de relevancia y es una historia tan vieja pero tan actual, que se repite todos los días (hay un suicidio cada 40 segundos en todo el mundo), y sabiendo también que mi profesora es coordinadora del Foro por los Derechos de la Niñez, me armo de coraje: “Se tiene que hablar”, pienso para mí mismo, porque la niñez y la adolescencia entera se ven amenazadas desde el momento exacto en el que el mundo es tan cruel que un joven de 18 años decide, cegado por un manto invisible de oscuridad, morir.

Nicolás Joaquín Cruz se suicidó en Buenos Aires en mayo de 2023.

LA ENTREVISTA

En ese mismo momento, y rápidamente (porque sé que podría arrepentirme en segundos), le mando un mensaje a Varela desde la cuenta en memoria de su hijo, ofreciéndole el más debido respeto para hacerle una entrevista, y aparto el celular, lo dejo cargando y, luego de mirar la puesta de sol aquella calurosa tarde de noviembre, me voy a hacer otra cosa para que mi mente no piense en borrar el mensaje.

Me contesta y estoy emocionado. Emocionado y asustado a la vez. Nunca había hecho una entrevista (menos una crónica) y que la primera sea sobre un tema tan sensible da miedo… Pero volví a repetírmelo: “es necesario”. La madre de “Nico” me responde y, muy amablemente, me pasa su número para concederle, cuando se pueda la entrevista, quedando en hacerlo la tarde del martes 12 de noviembre.

Esa tarde (con el horario algo adelantado) y extremadamente nervioso, acordamos la llamada y, al atender, me recibe amablemente (me ofreció hacer la entrevista desde su oficina), y le pido que se presente y diga por qué la entrevisto (aunque ambos sabemos que eso no es necesario):

“Mi nombre es Carolina Varela. Tengo 46 años, soy de Capital Federal. Tuve a mi primer hijo (que vive) a los 23 años, y a mi hijo menor, Nicolás, que lo tuve a mis 26 y falleció a los 18 años el 22 de mayo de 2023 por suicidio”.

Y así empieza la entrevista…

INFINICO

En cierto punto (y aún más al principio), yo estoy más nervioso que ella por esto, tanto por el grado de sensibilidad del tema como por la cercanía, y por el hecho de que es también mi primera entrevista “formal”.

Intento dejar de lado un poco el miedo y empieza la entrevista, medio a forma de charla, hilando cosas poco a poco, y tejiendo una historia de coraje y resiliencia. Un cuento de locura y de muerte, pero sobretodo, de amor.

”Cuando Nicolás muere, yo lo sueño…” – me cuenta, con triste nostalgia – “…Me explica lo que hizo…” – dice, aclarando que ella intentaba buscar excusas, alguna otra causa posible (como un accidente) para nublar lo que pasó – “…Y me dice que es INFINICO”.

 

“Al comentarle esto a Facu (mi otro hijo)…” – dice – “él había pensado lo mismo, y nos lo tatuamos en el brazo”. Creé una cuenta aparte para compartir mi proceso y mis pensamientos […] Sebastián (mi marido) y yo habíamos puesto fotos de Nicolás en nuestro perfil de WhatsApp y cada vez que me llamaba, me llegaba el “flash” de que Nicolás me llamaba. A Facu también le hacía mal ver fotos del hermano, por esto mismo armé una cuenta paralela” – dice mientras yo tipeo ansiosamente, intentando seguir el ritmo (y fallando), mientras admiro la resiliencia de la mujer -.

Una cruz en el corazón

“Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades

y soportó nuestros dolores,

pero nosotros lo consideramos herido,

golpeado por Dios, y humillado.”

  • Isaías 53:4

Luego de conversar un rato sobre eso, le consulto (aún con nervios de arruinar todo) sobre el sistema de salud mental y educativo. Varela es tajante: NO funciona:

“No todos los casos de suicidio son iguales, no todos los chicos presentan señales de alarma. Nico empezó psicoterapia a los 7 años. De ahí hasta los 18 años hubo muchas búsquedas en el área de salud mental y física. Hubo un hecho de que se va de casa durante un mes y yo hago una denuncia por búsqueda de paradero. Se activa el protocolo de búsqueda y, en paralelo, en un instituto de Barracas, yo iba a hablar. Luego de su aparición un mes después, con mal aspecto y con problemas de adicciones, me explicaron que no atentaba contra su vida ni con la de nadie. Por lo que ellos debían “abrirle la puerta y dejar que se vaya”. Presenté órdenes para judicializarlo, nunca lo hicieron. Cuando falleció, yo sentí que como familia agotamos todos los recursos a nuestro alcance. Sentí que ningún sistema me escuchó, no nos explicaron los riesgos ni cómo manejarnos.

Aún sin creer lo que me estaba contando, más temprano que tarde me di cuenta que, lamentablemente, era lógico. Las leyes muchas veces quedan estancadas, no avanzan, no se actualizan, y a veces (más de las que deberían), las leyes que se requieren, son inexistentes.

Resumen de historia clínica de Cruz.

Me cuenta Varela que llegó un punto (antes del fallecimiento de Nicolás) en el que comenzó a sentir que había un problema con su crianza.

¿En qué momento te diste cuenta de que tu crianza no fue el causante directo del problema? – consulto, lo más reconfortante que puedo, con miedo de tocar una fibra demasiado sensible de nuevo -.

Sin embargo, Varela responde segura:

“Cuando le expliqué a mi hijo que yo empecé a ir a un grupo de familiares de adictos. Nicolás me dijo que yo debía haber ido hace mucho porque (él me dijo y me decía siempre) “yo era una buena madre y esto no tiene nada que ver con vos”. Cuando empecé en ese grupo me sorprendió la cantidad de gente con estudios y buena situación económica, al contrario de mis prejuicios. Ahí aprendí que esto era una enfermedad y no un problema de mi crianza. Entendí que más allá de mis errores, esto no era suficiente para que un joven arriesgue su vida como lo hacía Nicolás. Había algo más: la enfermedad. Mi hijo falleció VÍCTIMA del suicidio, él no lo decidió. Esta alternativa llega a su vida para calmar el dolor. A mi hijo le gustaba la vida, pero cuando no, le parecía insoportable. Yo estoy en EMPESARES (grupo de padres de niños suicidas). Imagínate estar cinco años con dolor de muelas. Ya no sos vos, sos el dolor de muelas” – me responde, y pienso que cualquier persona con un dolor prolongado por años, entenderá.

Incompetencia y burocracia

“Maybe…

Oh, if I could pray, and I try, dear

You might come back home, home to me”

  • Janis Joplin, “Maybe”.

 

A este punto, y ya sabiendo más del caso de Nicolás, decido indagar en la opinión de su madre y ella descubre ante mí otra dificultad, la peor de todas: la indiferencia, o, la que es peor aún: el engaño y la ignorancia.

“Desgraciadamente la mejor amiga de Nicolás estaba internada cuando él falleció. Amigos de Nicolás se suicidaron luego de él. El colegio no hizo nada, sabiendo que había consumo su respuesta fue “cámbialo de colegio”. Una compañera de él se suicidó meses después y el colegio mintió, llamándolo “accidente…

“A mi hijo le gustaba la vida, pero cuando no, le parecía insoportable” – Recuerda Varela -.

“…Al sistema le pareció más barato que mi hijo se suicide. El tratamiento de mi hijo Facundo son 200.000 pesos por mes, que los pago yo. El estado no se lo va a pagar, desde este gobierno y cualquier otro . Resulta más rentable para el estado que un joven se suicide antes que ayudarlo a él o a su familia. EMPESARES (grupo de padres de jóvenes suicidas) es el único grupo de posvención que existe en Argentina. Debería haber un mecanismo que actúe inmediatamente. La ex de mi hijo no pudo terminar el colegio y la asiste su madre, con los pocos recursos que tiene. Así como si a vos te pisa un auto y llamas al SAME, creo que debería existir algo similar. Tener la posibilidad de hablar en un grupo y sentirse comprendido es excesivamente importante…” – me indica Carolina, y pienso cómo a nadie que trabaja en el estado se le ocurrió, hasta que me doy cuenta: lo saben, y no les importa. Y a medida que avanza la entrevista, a pesar de su calma, de su forma convincente de hablar, de su seguridad, esta mujer carga una gran herida, un dolor que solo lo entienden los padres de los suicidas: un lento sangrado en el alma.

“…hay lugares de internación que son aberrantes…” – me dice, y estoy de acuerdo – “…donde no tratan a los chicos como personas. Una forma de luchar contra esta depresión sería un grupo en el que jóvenes suicidas puedan apoyarse sanamente entre sí. No como la sociedad que los ve como drogadictos o faloperos, por ejemplo. Hay que empezar a educar, porque la sociedad en esas pequeñas cosas daña mucho. Le estás hablando a alguien que, en 46 años, nunca se emborrachó y nunca fumó un porro, pero me tocó vivirlo por mi hijo. Solo hace falta que se eduque. Si mi hijo se hubiese visto con mis ojos, no hubiese hecho lo que hizo”.

“Si mi hijo se hubiese visto con mis ojos” – repito en mi mente – y me doy cuenta de lo restringida que está una persona con depresión severa. Algo que nunca me di cuenta en mis episodios depresivos yo tampoco por el mismo motivo: la enfermedad piensa y decide por vos.

“Y la muerte no tendrá dominio”

Para cerrar, y con un final abrupto por el apuro, le dejo como consigna a Varela que me escriba qué le diría a un adolescente que esté pasando por lo que su hijo paso, y me responde contundentemente minutos después, con un post de Instagram:

A todos los que necesiten una excusa para seguir, porque a veces no es un motivo, es una excusa para no detenerse…la excusa es poner un granito de arena en la educación, que se usen bien las palabras, no es “drogón” o “falopero”, tiene la enfermedad de la adicción, no es “borracho”, tiene la enfermedad del alcohólico, no es un “vago desganado”, tiene la enfermedad de la depresión… Y puedo seguir.

Usemos las palabras con amorosidad para no herir más a los que ya sufren por la enfermedad que atraviesan”.

Y me agradece al final, confirmándome que hice un buen trabajo y con el único faltante de completar esta suerte de crónica y entregarla. No pienso ya en la nota que obtendré, pienso en que mi profesora va a conocer y leer esta historia, que es un testimonio de nuestra realidad, y pienso, también en Carolina, y en la maravillosa persona que es, sabiendo no estancarse y manteniendo la memoria de su hijo viva, dándole sentido y decir sin tapujos y sin endulzar que su hijo se suicidó, porque reconocerlo es también una forma de sanar, y como dijo el poeta:

“Y aunque ellos estén locos y totalmente muertos,

sus cabezas martillearán en las margaritas;

irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,

y la muerte no tendrá dominio”.

  • Dylan Thomas.
  • Con agradecimientos a Carolina Varela, por su fortaleza y testimonio.