Por Alfredo Grande | Agencia Pelota de Trapo | Dos nenes murieron al arder una casilla en Viedma. Ocurrió en el Loteo Silvia, por la mañana, mientras la mamá había salido. Emanuel Alvano, de 4 años, y su hermanita menor Daiana fueron hallados abrazados. Es cierto. Habrá que pensar si no era posible, desde el ámbito gubernamental, hacer algo para evitar que ocurriera.
(APe).- El veranito en este invierno puede ser la sonrisa de dios para aquellos que lo aman. El veranito en este invierno es una forma en que la naturaleza, no por sabia, pero al menos por piadosa, intenta compensar los crímenes de una cultura del exterminio. Nos preocupa con razón la carrera armamentista, en la cual más allá que algunos grandes competidores del pasado no compiten más, otros campeones de occidente siguen entrenando. Pero para la cotidiana masacre de los más débiles (eufemismo para designar a los más atacados) no es necesario ni mira laser, ni ubicación satelital de telefonía celular, ni químicos que afectan ojos, boca y oídos, ni software espías, ni microchips implantados en el cerebro límbico, y mucho menos sofisticadas torturas, rebautizadas en la actualidad como “interrogatorios intensos”.
Para la escoria del tercer, cuarto y quinto mundo un poco de frío es suficiente. No hablamos de heladas de 20 grados abajo cero, dignas de un primer mundo. En nuestros pagos del capitalismo serio, que de tan serio ya pareciera que tiene un pésimo carácter, es suficiente algunos grados por debajo del cero. Por supuesto hay que agregar que tribus nómades siguen buscando una garrafa social, y que de encontrarla buscarían los cortes populares de carne. Sin embargo, como el hogar no siempre es dulce, y mucho menos térmicamente confortable, la salamandra, el brasero, y otras formas primarias de la calefacción ambiente siguen siendo utilizadas.
De losa radiante nadie muere, de calefacción central menos. Estos niños también han sido masacrados, aunque esta masacre no haya tenido la expansión mortal del incendio en la discoteca República Cromagnón. Estos niños han sido masacrados por los “pequeños cromagnones” en los cuales transcurre la vida y muerte cotidiana de millones de argentinos. La casilla se incendió, crónica de una brutalidad sostenida.
El Estado no solamente ha dejado de ser garante de derechos. También se ha convertido en gendarme de la injusticia. Niños abandonados no por el desamor, la desidia o la ignorancia de los padres. Estos padres son víctimas de mecanismos que desconocen, pero que los han sentenciado a muerte. No saben que si todavía están vivos, es porque la sentencia todavía no está firme. Pero lo estará, apenas el dólar siga bajando, las deudas que nunca contrajimos tengan que ser pagadas, las retenciones no alcancen para pagar el costo social de todos los ajustes, y otras calamidades por el estilo.